domingo, 15 de septiembre de 2013

MISION EN LA JUNGLA (GORDON DOUGLAS - 1961)


Los pecados de Rachel Cade debieron ser perdonados en la traducción española. Así Misión en la Jungla tiene el mismo aroma a penitencia y sacrificio que dos padrenuestros y cinco avemarías. Y es que en los albores de los 60, lo verde aún empezaba en Los Pirineos y las españolas eran, oficialmente, castas Susanitas con ratón chiquitín. Pero tampoco hay que ser demasiado duro con aquellos censores guardianes infranqueables de nuestra moral y que nos preservaban de tantos pensamientos impuros. En realidad los pecados de Rachel se reducían a uno: al pecado de ser mujer con un cuerpo normal y deseos normales. Y si hasta a Simón del Desierto, feo como picio, en el film de Buñuel, se le aparecía la tentadora serpiente con cuerpo de Silvia Pinal, que menos que a Angie Dickinson se le aparezca una criatura beatífica, un Santo en todo su juvenil esplendor. Un Roger Moore pre Simon Templar y también pre Bond, en plan guaperas y deseoso de vivir bien y acomodadamente. 


Sin embargo ese accidente aéreo que da con sus huesos en pleno Congo Belga unido a las costumbres “relajadas” de la población indígena son algo así como la leña, las brasas, las ascuas y lo que ustedes quieran sobre los que sopla ese diablillo pícaro como Cojuelo y así el piloto (Moore) presunto único superviviente (no se detienen a comprobar si hay más heridos), acaba desarmándola (a Rachel) de todas aquellas corazas protectoras de una vida dedicada a Cristo y a la Biblia. Y el desarme y la seducción tienen un fruto llamado Poly, un bebé  blanco en una comunidad de color, incapaz de preguntar todavía ¿Qué haces en la guerra, Papi? Pues papá Moore debe retornar al frente ignorante del incremento familiar. Probablemente allí hubiese seguido en plan si te he visto no me acuerdo, de no ser porque el coronel Derode (Peter Finch) responsable militar del lugar, le escribe una misiva poniéndole en antecedentes.


Podría romper mi costumbre y convertir mi crítica en un spoiler descarado, pero no, uno es como es y tiene sus principios. Así que lo dejaré aquí, no sin antes advertirles que la mediocridad del film no es tanto consecuencia de la historia de partida, ni siquiera del trabajo de Angie Dickinson o Peter Finch. El film es mediocre porque se han desaprovechado muchas cosas, porque no resultan creíbles comunidades de nativos tan permeables a nuevos dioses y religiones, porque los brujos de la tribu son light y consensuan sus acertijos con el poder civil, porque los jefes no son más que prolíficos sementales con numerosas esposas, porque el trabajo de Roger Moore decepciona, porque los pecados ya no venden como antes y porque por mucho que busquemos comparaciones, ni es Narciso Negro ni Historia de una monja. Y segundas partes, reales o presuntas, por lo general no son buenas. Y esta, ni siquiera es una segunda parte…

Puntuación: 6,00   
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

SEÑAL DE PARADA (LEONIDE MOGUY - 1946)



Aquellos que visitan este blog con mas o menos asiduidad saben que no me exclusivizo en el comentario de obras maestras. Hay en mi una reconocida afición a la arqueología cinematográfica y destripando terrones aquí y allá me encuentro con directores que no me son demasiado familiares y con trabajos desconocidos para mi que en ocasiones son merecedores de un cierto momento de gloria en este blog que es el suyo.

Esta breve introducción viene a cuento a raiz de Léonide Moguy un director nacido en San Petersburgo quien, tras trabajar en la Rusia posterior a la revolución y en la Francia previa a la invasión nazi, acabo rodando en Hollywood algunas películas de presupuesto reducido. Entre ellas tenemos esta Whistle Stop (Señal de Parada) que ni pasó a la historia del cine ni tiene pinta alguna de que así vaya a suceder, pero que nos deja cosas interesantes.

Primero y principal: Ava Gardner. Una Ava entre Forajidos y Venus era mujer, dos de sus films míticos. Un goce para los sentidos. El cine es sobre todo imagen. Y la imagen de Ava Gardner es una de las más bellas del mundo del celuloide y del otro. El tiempo dedicado a ver una película donde ella participe nunca podremos decir que fue perdido. ¿La habría visto Manolo García cuando compuso su exito «Nunca el tiempo es perdido»

Un galán no demasiado conocido como es Tom Conway. Para los que no tengan mayores referencias de él, les referiré su parentesco como hermano de George Sanders. Nada que ver cualitativamente con nuestro admiradísimo «truhán, señor» Sanders, Tom Comway alcanzó cierta celebridad con una serie de películas en las que encarnaba a un detective conocido como El Halcón.

La presencia de dos actores de primera como George Raft y Victor McLaglen hacen que el film desprenda un ligero aroma a «noir» que estimula su visionado. Es cierto que el conflicto amoroso se encuentra en el centro mismo del argumento pero ello no resta valores de cine negro. El juego, la bebida, los garitos, el dinero y un proyecto de crimen completan una historia interesante a la que quizás Moguy no acabó de tomarle el pulso.

Dos hombres disputándose el amor de Ava, uno con 45 (Raft) y otro con 41 (Conway), dos maduritos, mas bien pasados, para una Ava en sazón (23 años) Mucho arroz para un pollo no demasiado abundante. ¡Ah! y curiosamente Tom Comway paisanísimo de Moguy y natural también de San Petersburgo.

Puntuación: 6,25 (con generosidad por la presencia de Miss Gardner)

miércoles, 24 de julio de 2013

APACHE (ROBERT ALDRICH - 1954)



                                                    
 
 
 
 
 
 
 
        Robert Aldrich (Doce del Patíbulo, ¿Que fue de Baby Jane?) dirige este film, uno de sus primeros trabajos, con la misma mano que luego sería reconocida como maestra. En «Apache» nos encontramos con un Aldrich que hace creible la historia que nos está contando, que hace de Massai el apache, un ser humano unido al destino del guerrero. Un Aldrich que nunca estuvo conforme con supeditar el destino de Massai a los intereses de los productores, circunstancia con la que tuvo que claudicar.

Massai (Lancaster) es un guerrero apache contrario a la sumisión de Gerónimo y su pueblo. Un espíritu rebelde que se niega a cambiar sus tierras por las de la reserva. Inicialmente capturado, aprovecha una distracción de sus guardianes para escapar a través de la ventanilla del ferrocarril convirtiéndose así en la presa codiciada del oficial de caballería Sieber (John McIntire) para quien Massai es el último exponente de la guerra con los pieles rojas.

En esa rebeldía de Massai encontramos el fin último de esta historia, el conflicto del guerrero incapaz de adaptarse a las nuevas formas que exige un destino inevitable. La vida familiar y una economía agrícola basada en el cultivo del maiz no parecen representar futuro alguno para un indio luchador, por mucho que el final seleccionado de entre los dos rodados pronostique una especie de pipa de la paz fumada frente a la chimenea, con las babuchas puestas y un pequeño Massai mecido en su cuna. Ciertamente, un desenlace cuya coherencia habría que buscarla más en el terreno de los finales felices antes que en el campo de la psicología del comportamiento. Cosas de las taquillas.

Buena la caracterización de Burt Lancaster para un personaje que parece hecho a medida. Así sus habilidades circenses son aprovechadas en sus «tournés» montañeras, unas veces en busca de caza, otras huyendo de sus perseguidores. Ciertamente el color de sus ojos no se encuentra entre los rasgos antropológicos comunes de los apaches, pero nos sentimos inclinados a pasar por alto este detalle. Sin embargo, la gran actriz que es Jean Peters (La mujer pirata) no consigue superar la prueba de su transmutación en una india nativa. Y lo digo, reconociendo que interpreta bien su papel pero físicamente no resulta demasiado creíble.

En resumen, un trabajo interesante, algo descafeinado por oscuros intereses que acabaron dándole a la historia un extraño giro que difería sustancialmente de la idea primigenia del director, pero que, aun así resulta meritorio y debe verse.

Puntuación:7,00

viernes, 24 de mayo de 2013

DJANGO (SERGIO CORBUCCI - 1966)


 




                                       
 Siento una especial atracción por aquellos spaguettis con salsa Leone  que reinventaron el western. No estoy minusvalorando  los westerns americanos tradicionales  ni muchísimo menos. Los Ford, Mann, Hawks, Tourneur y tantos otros nos legaron películas del Oeste  para las que faltan sombreros que quitarse. Pero el western europeo insufló al género un aire distinto, un compás pausado a veces hasta la exasperación y una forma nueva de entender el tiempo y la vida, como apurándola, a la japonesa, en la línea de los samuráis de Kurosawa, o a la europea, con el poso de la historia de este viejo continente.


Las grandes y espectaculares bandas sonoras dejaron paso a músicas mucho más intimistas que buscaban y conseguían la complicidad con los espectadores, al tiempo que con sus ritmos cuajados de silencios elevaban la tensión de interminables momentos. Morriconne  es el director estrella y su música  es la principal seña de identidad de este género (no concibo calificarlo como sub-género).


Almería fue un entorno provilegiado. El desierto de Tabernas el enclave  idóneo. Sus blancos cortijos auténticos asentamientos mejicanos. Tanta idoneidad y el éxito de los primeros trabajos llevó a una profusión de westerns hispanos, en soledad o en coproducción, donde las penas fueron mayores que las glorias. Los spaguettis de tanto estirar se nos volvieron churros y aunque aquel fenómeno diese su trabajo y cierto auge a una zona deprimida, la calidad de los productos solía estar bajo mínimos.


Pero es cierto que hubo vida más allá de Sergio Leone. Otro Sergio, en este caso Corbucci, se atrevió con Django, un superhéroe línea comic de dedos ágiles y gatillo al tres en uno, capaz de no dejar títere con cabeza en menos que se liquidan a cuarenta matones. Un héroe enigmático con sonrisa giocondiana entre la superioridad, el desdén y la autoconfianza del invencible por exigencias del guión. 


Con una música sobresaliente y reconocible de Luis Enrique Bacalov  y un ataúd a rastras  sobre los terrenos más sucios y embarrados que se hayan visto en la desértica frontera mejicana, el inicio de este film B con rasgos puramente góticos es francamente espectacular. La flagelación de una hermosa mujer y la intervención de Django (Franco Nero), la llegada a un pueblo prácticamente muerto entre ciénagas y lodo donde solo sobrevive un burdel de prostitutas de tercera calidad en riesgo de quedarse sin clientes, regentado por un violinista bajo el tejado con pocas posibilidades de hacerse rico dada la extorsión a la que está sometido por los mafiosos, a lo kukluxklán, del lugar, nos dejan un inicio esperanzador, anticipo de una película interesante, alta de violencia y con un final espectacular, en la línea superhéroe máximus, aunque  con un desarrollo irregular y algunas situaciones no demasiado creíbles por falta de pulimiento (el nº de latigazos a la hermosa María, Loredana Nusciak parece no haber dejado en ella ninguna huella ni signo exterior alguno de dolor ¿o habrá encontrado el milagroso bálsamo de Fierabras?.


El hecho de que Tarantino se ha fijado en este film para películas propias, puede incrementar el interés por este Django primigenio. Sin embargo pienso que sus mimbres son válidos por si solos, sin necesidad de que nada ni nadie, ni siquiera Mr. Quentin venga a echar un cable. Ahora, tampoco esperen milagros. Y por descontado la sombra de Leone es alargadísima  y la de Eastwood más.

El pabellón hispano queda en buen lugar con las meritorias actuaciones de José Bódalo y Eduardo Fajardo


Puntuación: 7,00

 

viernes, 26 de abril de 2013

LA GRAN AMENAZA (GORDON DOUGLAS - 1948)




Un breve vistazo a la biografía de Gordon Douglas basta para considerarlo un auténtico hombre de cine. Desde sus inicios en los años 30 como extra, su vida estuvo íntimamente ligada al mundo del celuloide llegando a dirigir un centenar de películas con temáticas que abarcaban la totalidad de géneros cinematográficos, desde el cine cómico al western, del noir al policíaco o incluso del cine de aventuras a la ciencia ficción, siempre con una profesionalidad encomiable y altos niveles de calidad. 


En este blog, que es el suyo, he comentado hasta el momento 6 películas, básicamente westerns y policíacas, absolutamente recomendables, en especial Rio Conchos, una de sus películas más acreditadas. Asimismo, no es mala opción su obra de ciencia ficción Them!, un trabajo casi artesanal en cuanto a efectos se refiere pero con lecturas muy interesantes.


Pero hoy le ha tocado el turno a La gran amenaza, película que puede considerarse su primer trabajo enmarcable dentro de un cine negro con presupuesto rozando la serie B, si bien en este caso como en otros muchos, las carencias financieras se suplen con abundantes dosis de calidad, demostrando así, por enésima vez que ambas no están reñidas en absoluto.


Sin embargo, les prevengo que desde su principio la película marca claramente su territorio anticomunista, muy en la línea de aquellos comités dedicados a la caza y captura de elementos antiamericanos que en el año 1947 pusieron su punto de mira sobre la meca del cine. Así, el film trata de justificar con la historia que se va a contar a los espectadores la necesidad de un permanente estado de alerta para evitar los peligros que llegan desde el Este. Como ejemplo, les transcribo íntegramente las líneas sobreimpresionadas en el inicio del film:


Esta película está hecha para poner al corriente a la población de los Estados Unidos sobre los problemas de nuestros Agentes Federales, a quienes se les ha confiado la salvaguarda de nuestros más altos secretos ante el carácter de nuestros enemigos, que merodean a través de las carreteras y caminos de la América Libre."


Superado este primer repelús, nos vamos dando cuenta que la película, rodada con una técnica ligeramente documental, nos adentra de la mano de Douglas en una historia creíble y bien conformada, con dosis de suspense y un alto interés, que nos acerca al mundo del espionaje atómico y donde la labor conjunta del FBI y Scotland Yard consigue desarticular una banda de agentes comunistas que, con la colaboración de un agente infiltrado en un laboratorio de física nuclear, obtiene fórmulas atómicas de gran valor que son enviadas por vía transoceánica a Londres.


Esa voz en off tan típica de los films realizados por aquellos años está también aquí, para, como si de un televisivo Informe semanal se tratase, conseguir poner en estado de alerta a una sociedad presuntamente dormida. Es otro hándicap, lo reconozco, que seguro les hará arrugar la nariz. Sin embargo, si logran salir con vida de la prueba de un Estado paternal y protector encontrarán una película que discurre ágil y entretenida a la par que bien interpretada. Y aunque los actores no sean de relumbrón y quizás así de primeras solo reconozcan a un Raymond Burr (el Perry Mason por excelencia) que por aquellos tiempos se situaba casi siempre en el lado oscuro de la ley, seguro que valoran muy positivamente la labor de Dennis O,Keefe (El hombre leopardo, de Jacques Tourneur) como agente del FBI y de Louis Hayward, su colega Scotland Yard, un actor menos conocido pero habitual de Douglas o del mismo Ulmer y que bien merece un seguimiento.


En resumen una película que acaba dejando un sabor excelente y ello gracias a la maestría de un gran cineasta como Gordon Douglas.


Puntuación: 7,55


jueves, 18 de abril de 2013

EL FAROL AZUL (BASIL DEARDEN - 1950)



El cine, como ventana abierta a la historia nunca conseguirá sustituir a los libros ni al material de las hemerotecas. También las limitaciones temporales del propio cine determinan que la información sufra un proceso de concentración que pretende dejarla en sus líneas fundamentales. Quienes pretendan saber más deberán indagar más, pero concedámosle al cine el mérito de haber sido ese gusanillo que ha estimulado nuestra imaginación. 

Esto de las ventanas es muy frecuente. A veces se abren descaradamente a la realidad, otras se entreabren casi pasando desapercibidas. En el caso de The Blue Lamp la apertura es casi global y lo hace sobre la vida de los policías londinenses que se dedicaban en unos tiempos posteriores a la II WW a patrullar las calles en medio de una situación de relativa tranquilidad por lo que a delincuencia se refiere, nada que ver con la escalada delictiva que caracterizará años mas recientes. 

En este caso, el contexto se convierte en el argumento central del film. Una película de buenos policías y buenos ladrones, quizás en una línea de exagerada beatitud pero que resulta válida para comprender una sociedad donde el orden y la seguridad ciudadana seguían siendo valores reconocibles y aún no habían desaparecido en combates venideros. A poco que investiguen en la red o en otros medios, verán que muchos ingleses actuales recuerdan y, lo que es más significativo, reconocen aquellos tiempos. Cierto es que la película se rueda en los años posteriores a la contienda y en escenarios, barrios, estadios y comisarías reales. Igual de cierto que fue la primera cinta en la que los bobbies británicos colaboraron activamente.

El día a día y noche a noche, ciertamente pacífico, incluso aburrido - un agente se dedica a componer versos sobre su trabajo— es interrumpido por un par de ladronzuelos de poca monta a los que se une una muchacha harta de seguir una vida mísera y rutinaria al lado de su madre, los cuales planean el atraco a una joyería y posteriormente el de la taquilla de un cine. En este último caso las cosas se tuercen inesperadamente y el atraco acaba con un policía gravemente herido. De un delito menor a un posible asesinato dista un abismo. 

Como suele pasar en muchos films como este, el aspecto apologético tiende a generar una distorsión de la realidad. Nadie se cree que los policías fuesen tan blanditos ni que los delincuentes estuvieran a un tris de pedir perdón . Ni todo es verdad ni todo será mentira. Ni si ni no sinó todo lo contrario. Por ello debemos estar predispuesto a una cierta generosidad, aunque he de reconocer que mucho menor que en otros films donde se tiende a defender lo indefendible o que buscan nuestra comunión con ruedas de molino. Estos bobbies que hacen circular al verdulero consintiendo que este se instale centímetros más allá tienen su credibilidad y hasta los verduleros quedan tristemente emocionados por la muerte de su queridísimo enemigo, entre muchas comillas, ya me entienden.

Mas que un contexto es un esbozo de una realidad que a veces sería así y otras distinta, pero con un sentido de barrio, ciudadanía y vecindad que no hemos vivido en otras ciudades. Y este es un lastre que quizás hemos soportado en exceso los españoles en un país donde la camaradería y el espíritu campechano, por mucho que el cine británico lo exagere, eran valores no aplicables en el eterno juego del orden contra la delincuencia.

Uno de los primeros papeles principales de un gran actor como Dirk Bogarde que ya era todo un aviso de hasta donde podía llegar en su carrera. 

Puntuación: 7,50

domingo, 14 de abril de 2013

EL REY DEL TABACO (MICHAEL CURTIZ - 1950)


En verdad “El rey del tabaco” ha resultado ser una sorpresa agradable. Bueno, sorpresa relativa, porque Michael Curtiz a la dirección, Gary Cooper, Patricia Neal y Lauren Bacall como trio protagonista principal y las participaciones de Donald Crisp uno de esos secundarios de lujo al que vengo siguiendo desde ¡Que verde era mi valle!, junto con la aparición efímera de Gladys George en un papelito de apenas lucimiento, eran mimbres más que suficientes para un cesto de artesanía. 

Un film que les recomiendo encarecidamente porque a pesar de sus “peros”, que los tiene, la resultante se me figura positiva, aunque no les engaño y es probable que se encuentren con un Gary Cooper un tanto distinto a lo acostumbrado y como si no acabase de situarse bien en el foco central de su personaje. A su lado Patricia Neal, con quien había trabajado con éxito en “El manantial” y con quién, por aquel entonces, mantenía una conocida relación sentimental extramarital. El personaje de Patricia resultaba odioso a los ojos del espectador, tanto que hasta su propio padre (Donald Crisp) llega a decirle en una escena llena de fuerza “Nunca en esta familia se ha engendrado nadie como tu”, dicho en sentido despectivo. Miss Neal nunca estuvo de acuerdo con tal personaje e incluso movió cielo y tierra para que se le asignara el rol de chica buena y abnegada que interpretó Lauren Bacall. Ciertamente, su compañero sentimental, Cooper, no quería problemas y no se implicó demasiado. 

Y por lo que hace, al rol de Sonia interpretado por Miss Bacall, resulta de una abnegación escasamente creible al tiempo que la química con nuestro protagonista se nos figura prácticamente nula. Y cuando hablamos de química no nos estamos refiriendo ni a la belleza de la actriz ni a su trabajo interpretativo que , dentro de lo exigido por el guión, cumple razonablemente. Aun así se la recomiendo. Y lo hago por un argumento que sobrepasa a la elección de los personajes, y que mantiene nuestro interés a pesar de que sentimos como Gary Cooper se encuentra a disgusto en su papel de hombre de negocios vengativo, tiránico, prepotente y un sinfín de perlas más. La pérdida de valores de Cooper respecto a otros films emblemáticos suyos no ayuda. El mal dibujo de Sonia como Penélope en el banco del andén, tampoco. El forzado acoplamiento de Patricia Neal a un personaje del que trató de escapar flota en el ambiente. Por descontado que excluyo a Donald Crisp, sin duda de lo mejor del film. 

Pero la historia nos gana, nos abduce y las casi dos horas de su duración se nos figuran casi cortas. Quizás busque un efectismo final que podría haberse evitado. Pero opino que hasta le viene bien. Quizás todo lo que acabo de explicarles se resuma en un detalle, la crítica rechazó el film, el público lo aplaudió intensamente. En mi opinión, otra elección de actores, siendo buenos éstos, hubiese igualado ambas valoraciones.

Puntuación: 7,10 




jueves, 28 de marzo de 2013

STANLEY Y LIVINGSTONE (HENRY KING - 1939)

Oir Stanley y Livingstone y a algunos - serán las canas- se nos dispara automáticamente el »¿Doctor Livingstone, supongo?», una especie de frase hecha que parece investirnos, y hablo exclusivamente por mi, de un aire de superioridad cultural que en el fondo oculta un desconocimiento supino de estos dos personajes históricos. Con esta película de Henry King y un poco de información adicional encontrada en esta misericordiosa Red que enseña al que no sabe, he conseguido reparar, siquiera en parte, mis profundas carencias en la materia. Y es que Stanley y Livingstone fueron mucho más que una frase.

David Livingstone fue médico, explorador y misionero. También botánico y geógrafo. Pero, por encima de todo un hombre ávido de saber y amante del mundo. Un ser humano al que Africa robó el corazón hasta el punto de que su cuerpo descansa en la Abadía de Westminster pero cuyo corazón está enterrado bajo un árbol africano. Por su parte Henry Stanley era un reputado periodista de un rotativo neoyorkino (New York Herald) de lo que hoy llamaríamos periodismo de investigación y que se caracteriza por no esperar la noticia sino ir a buscarla allí donde se encuentre. Y la noticia era el paradero de un explorador mundialmente conocido al que un periodico londinense había dado por muerto. Un reto suficientemente atractivo para un ambicioso Stanley.

Sobre esta historia real, se construye una buena historia adaptada. Una película que exalta la figura de dos hombres a los que Africa hizo distintos. Sin embargo por lo que hace a Stanley, personaje interpretado por Spencer Tracy, el film corre un tupido velo sobre sus tropelías con los nativos en un postrero viaje al continente negro para, presuntamente, continuar la labor de Livingstone. Ya sabemos que en muchas ocasiones los intereses comerciales y un cierto paternalismo respecto a qué debía ofrecerse a los espectadores, ocultaban aspectos importantes y significativos de la realidad. En cualquier caso la pelicula demuestra coherencia en toda su integridad y su ocultación de esta verdad no resulta significativa en ningún modo ni desmerece un gran trabajo de Henry King.

Y es que a King parecía atraerle no solo el desconocido continente africano sino que otorgaba a éste poderes regeneradores y con capacidades casi catárticas sobre los seres humanos. Ahí queda también su versión de la obra de Hemingway Las nieves del Kilimanjaro. El cambio que experimenta Stanley es comparado por Eve Kingsley (Nancy Kelly), su frustrado amor, con el experimentado por el propio Doc Livingstone, e incluso por el propio padre de Eve, avejentado en extremo por una tierra dura donde las haya, donde la malaria, la disentería, el canibalismo, el tráfico de esclavos y las propias fieras, ponen a prueba dia a dia el temple del que estan forjados quienes se atreven a adentrarse en ella.

En esta transformación espiritual del hombre está, pues, uno de los grandes activos del film. Pero hay otros. La grabación de exteriores en las propias tierras donde se desarrollaron los hechos, con sus escenas de safaris e incluso de luchas es otro elemento a considerar. Por descontado los actores, con Spencer Tracy en su línea de actor con buenos fundamentos, Walter Brennan como guia del salvaje oeste desubicado en una ignota Africa y poniendo unas notas de humor tan excelentes como su propia categoría como profesional y Charles Coburn como editor del periódico de la competencia poco interesado en el éxito de la empresa del New York Herald. Por encima de ellos, lo cual es decir mucho, Sir Cedric Hardwicke en su papel de Livingstone, un actor al que ya celebré hace poco por su papel de obispo en Los miserables de Boleslawski.

Todo es mejorable, pero les aseguro que estamos ante un film que no deja impasible a nadie, con planos fotográficos soberbios (mención especial para la despedida de Stanley y Livingstone en la vuelta de este al mundo civilizado), con diálogos notables (el discurso de Stanley ante el Colegio de Geógrafos) y en general un desarrollo sin apenas fisuras de un film que mezcla aventura, amor y sobre todo el poder y la fuerza de dos voluntades inquebrantables.

Puntuación: 8,10


jueves, 28 de febrero de 2013

EL RENO BLANCO (ERIK BLOMBERG - 1952)


En ocasiones me pregunto ¿Hasta que punto es objetiva la crítica de un film realizado en otro tiempo y en otro lugar y en circunstancias que nos son ajenas? Un film finlandés rodado en 1957 y en un entorno social muy distinto al nuestro, esconde matices que suelen escaparse. Por ejemplo los entendidos en cine finés se sorprenden del tratamiento dado a la mujer (compitiendo con los hombres e inconformista con su rol de esposa resignada a la espera del marido) en un entorno rural y en una época de machismo cerrado.

Sin embargo, uno no puede entrar al trapo de la objetividad absoluta. No es exigible un curso previo de historia de Finlandia ni de la mitología de los países nórdicos para ver esta película. Una mínima cultura general y una máxima sensibilidad personal, junto a la condición de cinéfilo amante deben bastar. Y con esos valores mi opinión del film es la siguiente:

Por encima de todo, la característica principal más destacable de El reno blanco es su aspecto documental, lo cual no es extraño dada la trayectoria previa de su director, un documentalista consagrado que rodó su película en entornos ya conocidos por él. En este orden de cosas, los paisajes nevados, las carreras de trineos, las manadas de renos o el paraje revestido de cornamentas confieren a esta obra una belleza singular y un cierto exotismo deslumbrante para espectadores de otras fronteras. La fotografía es un punto a favor y así debe reconocerse.

Pero más allá de las formas está la historia y aquí, en mi modesta opinión, la película no responde a las expectativas. Al contrario de otros trabajos cinematográficos europeos (y estoy pensando, por ejemplo, en El helecho dorado de Jiri Weiss) desaparecen otras leyendas autóctonas que seguramente deben formar parte del patrimonio sociocultural finlandés y se recurre al tema del vamprisimo, cuestión mucho más universal y que, a los ojos de sujetos como menda parecen metidas a golpe de calzador en las entretelas o “entrepieles”, si así lo prefieren, de renos blancos o de cualquier color. Dicho de otra forma, me ha desencantado acudir a Finlandia para encontrarme los vampiros transilvanos, aunque ,me corroe la duda de si los ancestros del conde Drácula pudieron surgir, como el espía, del frío escandinavo.

Estamos frente a la historia de una mujer poco convencional que trás casarse y ser abandonada por un marido que parte al poco tiempo en labores ganaderas, decide acudir al shaman del poblado para conseguir por medios mágicos la seducción necesaria y atraer al sexo opuesto hacia la satisfacción de sus necesidades. La cosa se complica con la ofrenda mortal de un pequeño reno convirtiendo a la impulsiva señora en un hermoso astado blanco que, en las noches de luna llena, busca su alimento sanguíneo.

Ese atavismo animal que tan bien sentaba en la pantera de Tourneur, aquí parece un tanto blandito, quizás porque los renos se asocian más a Papá Noel que a los miedos insondables. Tal vez por ello, el film, como historia que se nos cuenta, no me acabó de llegar ni de llenar. Y aun reconociendo que algo tendría el agua para ser bendecida con premios internacionales (1953: Festival de Cannes: Premio Internacional. Nominada al Gran Premio del Festival y 1956: Globos de oro: Mejor película de habla no inglesa) pues que nones, que el blanco y negro a la nieve, a los renos y a los trajes típicos le sienta bien, pero la historia no. O me lo expliquen,... Silencio, se escucha.

Puntuación: 6,00

sábado, 16 de febrero de 2013

EL DESORDEN Y LA NOCHE (GILLES GRANGIER - 1958)




No es la primera vez que manifiesto mi interés por el llamado polar francés. Ese cine negro americano al que el Sena y los conflictos de la vieja Europa dieron un “air” diferente y especial. Es verdad que “Le desordre et la nuit” puede encuadrarse también en un mucho más amplio género policial, pero los rasgos identificativos del noir son evidentes: La noche y esas salas de fiesta regentadas por presuntos delincuentes, donde todo es turbio y la legalidad depende muchas veces de la disposición a colaborar con el “flic” de turno, son elementos claramente definidores del polar galo. También Gabin compone un personaje que si bien recuerda a su irrepetible Maigret, lo “humaniza” en tanto sucumbe al poder de seducción de Nadja Tiller en su rol de una prostituta alemana amante del mafioso asesinado. En este juego de claroscuros el policial se nos vuelve “noir” y el resultado es altamente positivo.


Se ha dicho, que este tipo de films franceses de los años 50 sigue unos parámetros muy similares. Con la droga como centro y los cabarets como hábitat natural, la trama suele girar alrededor de algún gángster preferentemente de orígenes italianos y contar siempre con la presencia de la imprescindible mujer fatal “siempre con problemas”. Las diferencias las suele poner La Rue des Orfebres, asignando el caso a uno u otro inspector. Así diferenciamos entre los casos asignados a Lino Ventura, a Alain Delon o a Jean Gabin. Tres eran tres. Y todos ellos, cada uno con su estilo, resuelven el caso, cuestión que tenemos clara desde el principio. Así que, igual que si leyésemos una novela de Simenon, lo importante está en el quien, pero sobre todo en el cómo lo resuelven.


“Simoni” traficante de drogas y propietario de una “boîte” en Pigalle “la nuit” es asesinado en el Bois de Boulogne (otro parámetro bastante frecuente) y todos los indicios parecen apuntar a un asunto sentimental, por lo que la investigación del inspector Vallois (Gabin) se centra en su amante alemana Lucky Fridel (Nadja Tiller). Pronto se verá que la relación digamos profesional va dejando paso a otra más profunda y sentimental que amenaza con quebrar los principios de Vallois como representante de la ley y el orden. Una trifulca en una fiesta acaba en una cura de primeros auxilios por una farmacéutica (Danielle Darrieux) amiga de Lucky. Esto y las declaraciones del padre de la alemana, darán nueva luz al caso.


Con 50 años, Gabin, no estaba muy por la labor de papeles de galán. Sin embargo no pareció disgustarle esta mezcla prohibitiva de “flic” y amante. “Eres un buen amante pero un sucio policía” llega a decirle ella. Claro que Nadja Tiller era una mujer de armas tomar y en esta película está francamente atractiva y seductora. Sin embargo, aunque estamos frente a dos buenas interpretaciones (en especial Gabin) y a una trama de interés, hay otro plato fuerte en el film, cual es la presencia de una gran artista de color, toda una institución en el mundo de la música de jazz, cual fue Hazzel Scott, quien, recaló en este film merced a las artes inquisitoriales del ínclito McCarthy. Hazzel, quien fue la primera mujer negra en tener su propio show en la TV norteamericana, está impresionante, en sus canciones e incluso podría destacarse su trabajo como actriz. Ni decir tiene que la banda sonora del film es espléndida y contribuye a elevar la nota de una película ya de por si interesante. Los diálogos de Michel Audiard son excelentes y deberé recordar su nombre en el futuro. Por descontado la dirección de Gilles Grangier, para quien Gabin ya había trabajado en otras ocasiones, pone el punto de calidad definitivo a una película muy recomendable.

Puntuación: 7,85