lunes, 31 de agosto de 2009

BAD GIRL (FRANK BORZAGE - 1931)



Bad Girl es un film claramente Borzage con ese romanticismo “pan encebollado” tan sui-generis y donde al más puro estilo príncipe de Salina, las variaciones respecto a otros films de su autor, hacen que todo siga igual. Y así la vida es compendiada por el protagonista como una ascensión desde el segundo piso donde se nace al quinto donde se muere. Visión no tanto catastrofista como depresiva y propia de una época de carencias, penurias y sueños rotos. Historias de una escalera que diría Buero Vallejo. O El Pisito de Marco Ferreri. O las horas extras de todos los españoles. Que las hemos visto de todos los colores…

Pero aquí, volvemos a estar en los años difíciles de las secuelas del 29. Igual que en Castle Man el caldo de cultivo no es otro que la supervivencia. Y en ese caldo, el amor borzaguiano, tan
romántico como siempre, aunque en este caso carente de la poesía visual, hablada o escrita que caracteriza otras obras. La continua falta de léxico de Eddie, sus enervantes “O.K.”, la “bad girl” íntimamente buena, cuyas maldades son hoy cuentos infantiles, las “bronquitis” juguetonas de Edna y hasta las “turcas” del vecino aficionado a los quesos olorosos, hacen que la película discurra por cauces menos almibarados que en otras ocasiones, pero eso sí igual o más de enamorados.

Película premiada con el Oscar al mejor director y
al mejor guión adaptado. Nada que decir. Borzage era de los directores estrella de aquellos años y su cine solía estar en la primera línea de los premios. Tan solo un pero, pequeñito, minúsculo, ridículo. Se supone que debería darse la impresión equivocada de que ninguno de los dos futuros progenitores está contento con el “por venir”. Y es que el niño seguramente será blanco pero el porvenir pinta negro como el tizón. Pues bien, los espectadores no acabamos de tener muy claro la razón de las desavenencias en una parejita tan enamorada. Ambos desean el hijo, pero no comunican bien entre ellos. Y esta falta de comunicación llega incluso a despistarnos a nosotros. Pecata minuta.

Buen film, algo inferior a otros trabajos comentados del director, pero muy en su línea, y donde junto a ese particular enfoque romántico se entremezclan rasgos de comedia de enredo y algunos diálogos ocurrentes y chispeantes.


jueves, 27 de agosto de 2009

EL EMBRUJO DE SHANGHAI (JOSEPH VON STERNBERG - 1941)




Los intentos de diversas productoras por sacar adelante un guión basado en la obra de John Colton fueron frenados en seco por los distintos estamentos encargados de las victorianas moralidades. Hasta 30 andanadas resistió la MPAA (Motion Picture Association of America). Paramount en el 26, Universal y United Artist en el 29, Columbia en el 30 y sucesivamente, lo intentaron, pero el éxito de Broadway era demasiado provocador y Mother Goddam (puñetera) no sonaba demasiado bien y además las referencias a drogadicciones y ninfomanías eran impresentables para la época. A Mother Goddam se la intentó cambiar el nombre por el de Mother Satan pero ni por esas.

Y en eso llega Fidel, digo el Código “Todas somos puritanas, hermanas” Hays con lo cual todos se retiran con el rabo entre las piernas hasta que en el 41 un productor independiente Arnold Pressburger consigue, aligerando el guión de connotaciones que pudieran interpretarse como antijaponesas y de otras baratijas que por fin se dé luz verde al proyecto. Claro que la historia quedó hecha unos zorros y donde dije prostíbulo, opiáceos y sexo, digo casino y sobreentendidos. Y santas pascuas, aquí no pasa nada. Bueno, lo único que pasa es que los espectadores quedamos algo descolocados, que una Madre Gin Slin -¿Porqué no, Carajillo Slin? - encaja más como "madame" que como empresaria del juego. Topamos con la iglesia, Sancho. Pero aún así el film tiene y ofrece mucho.

¿Dónde está el embrujo? Sin la diva oficial de Von Sternberg, evidentemente Marlene Dietrich, la pregunta no es baladí. A priori uno puede suponer que Gene Tierney, bella entre las bellas, está en la pool position para hacerse con el título de embrujadora oficial del reino. Pues no. La Tierney tiene belleza pero no embrujo. Y es que la respuesta es tan evidente que no alcanzamos a verla. El embrujo es Shanghai, la ciudad de los pecadores impenitentes, de las hienas buscando despojos, del untamiento y la corrupción, de las máscaras sobre el rostro y sobre el alma. La exótica y cosmopolita ciudad, mezcolanza de razas y dialectos.

Y es que Josef von Sternberg recupera aquel "exoticismo" de sus trabajos iniciales. Lo une a la sensualidad intuida y al sexo sugerente. Es una Shanghai sórdida de vicios públicos y privadas y escasas virtudes. El juego, la bebida, la codicia, la pasión, los celos y el desdén se dan cita en ese casino de Madre Gin Slin donde las ganancias de la banca se elevan en el aire en cestillos protectores y donde un croupier debe pelearse para imponer sus "rien ne va plus". Y en ese exoticismo destacar tanto a Victor Mature, Doctor Omar, "doctor en nada, lo cual no hace daño, a diferencia de otros doctores", y Ona Munson como a Mother Gin Slin. Respecto a Mature, autodefinido poeta de Shanghai y Gomorra en clara alusión a su lascividad, debo decir que ofrece una de las actuaciones más creíbles y perfectas que le recuerdo como actor. Ona Munson, caucasiana haciendo de china, como solían mandar los cánones, lleva el peso del film y debajo de unas cuantas capas de maquillaje oriental esconde a una excelente actriz a revisar.

Sorprende que las críticas de la película en su tiempo no fueran demasiado buenas. El New York Times la calificaba de pretenciosa, opaca, con malas interpretaciones de los actores principales e incluso tildaba el final de risible. Eso dejo algo tocados a Von Sternberg quien dijo un tanto fríamente que si filmó la película fue más para introducir a su amigo Pressburger en una tierra extraña. Sin embargo, el tiempo que da y quita razones ha encumbrado a la película a un rango de excelencia.

No voy a darles más pistas. Solo una pequeña: Saboreen la cena del Año Nuevo Chino. Buen provecho.






martes, 25 de agosto de 2009

LA LEYENDA DEL INDOMABLE (STUART ROSENBERG - 1967)



Si. Esta es la peli de los huevos duros. 50, eso si bien pelados y dispuestos para ser engullidos. No confundir con aquella máxima marxiana (que no marxista, creo) de “…y dos huevos duros”. Por si alguno no la ha visto aún, además de recomendársela, me reservaré el resultado de una apuesta gastronómica con opciones de record Guinness aunque como supondrán al bueno de Paul Newman le salían los huevos hasta por los ojos, eso si teñidos de azul.

¿Puedo beber agua, jefe? Un traguito de líquido elemento nunca viene mal y mucho menos cuando se ejerce de presidiario alquitranando carreteras a pleno sol. ¿Puedo quitarme la camisa, jefe? El jefe siempre tiene razón. ¡Que bien dispara usted, jefe!. Y George Kennedy, buen secundario donde los haya (estatuilla incluida), compartiendo carreteras sin mantas con Paul “blue eyes” Newman (candidatura incluida). Buen tandem, un aspirante a domador y un indomable forjando leyendas. Y, al final de la escapada, ¿puede entenderse una película de prisiones, sin fugas?, la única capaz de doblegar las más férreas voluntades, esa que te dobla aunque no quieras. La innombrable.

Film que nos muestra como la supervivencia necesita de sonrisas, de ingenuidades, de algún que otro peloteo, de segundas intenciones pero sobre todo de una fuerza de voluntad al alcance de pocos. Magnífico Paul Newman. Sinceramente creo que con otro actor la película se hubiese quedado simplemente en buena, lo cual no es poco, pero el amigo Newman sin ser el de otros films (léase por ejemplo El buscavidas) está genial y la peli gana. Todos ganamos.

Stuart Rosenberg, especialista en prisiones (Brubaker - 1980) le mete el bisturí al sistema correccional. Lo hinca en las prepotencias, en los excesos de autoridad con buenos chorros de mala leche, en los incansables perros asesinos muertos de cansancio, en las desproporciones delito-castigo, en la carencia de sentimientos humanos que no favorecen en absoluto la finalidad rehabilitadora de las instituciones. Y mientras va deslizando escalpelos por esas gangrenas con gafas Rayban retrata al tiempo los instantes de una vida que se escapa al otro lado de las alambradas. ¿Puedo ponerme las gafas, jefe? Joy Harmon enjabonando voitures, instintos y desenfrenos. Joy, cual Hot Hot Hot Sabrina con sus “Boys” y nosotros metiendo la cabeza en el televisor. Memorable Joy, dando alegrías, como su nombre, Macarenas. Su momento de gloria cinematográfica. Acabó haciendo pastelitos en la vida real, otra forma de endulzar la vida.

Dean Stanton cantando Cotton Fields. También The Midnight Special. La evocación de los Creedence y Van Morrison en el ambiente. Múltiples alicientes que añadir al aliciente principal Paul Newman, vientre en estado de buena esperanza tras la ingesta ovípara y mente en estado de duda perpetua frente a la falta de respuestas divinas.

Imprescindible.





sábado, 22 de agosto de 2009

MANIQUI (FRANK BORZAGE - 1937)



Ante todo, una obligada referencia al los excelentes artículos sobre el cine de Frank Borzage y especialmente sobre esta película en CINEMA DE PERRA GORDA (ver enlace). Coincido plenamente con lo expuesto y me reconozco "enganchado" en la causa Borzage, sobre todo después de haber visto la maravillosa EL SÉPTIMO CIELO (1927)

MANNEQUIN está realizada diez años después pero la necesidad de salir de las alcantarillas sigue siendo la misma. Y es que en el fondo da lo mismo que las alcantarillas sean reales o virtuales, lo que importa es que están llenas de la misma eterna y rutinaria basura. Y esto lo vuelve a dibujar Borzage con el mismo trazo y con los mismos colores, porque aunque el film sea en B/W, el amor y el romanticismo iluminan cada fotograma del celuloide. No en vano Borzage fue considerado uno de los grandes cineastas románticos de la historia del cine. Por lo visto hasta ahora, Janet Gaynor y Joan Crawford ayudaron y mucho a esta coronación.

Estamos ante una película romántica, que no romanticona, donde a las habituales levedades del género se le añade un buen chorro de miserias, falsedades, mentiras, conflictos laborales y falta de escrúpulos, con lo que esos metafóricos colores del amor se oscurecen en tintes grisáceos y melodramáticos, donde las necesidades dinerarias van subiendo peldaños en el escalafón arrastrando en su subida todas esas molestas moralidades. Y así a nuestro protagonista Eddie Miller (Alan Curtis), infelizmente casado, se le ocurre la misma infeliz idea que se le plantearía 56 años después a Woody Harrelson (David) en Una proposición indecente, con el agravante de que a una noche de amor habían de seguirle 6 meses de convivencia.

Algunos dirán "... Robert Redford is different...". Bueno, pues, Tracy era un galán en su época y sino que se lo pregunten a Katherine Hepburn. Aquí trabaja perfectamente haciendo creíble un personaje difícil de creer, el de un empresario cercanísimo a sus obreros allá en el 37. Las asambleas de Hennessey (Tracy) con sus trabajadores son todo un lujo. Bueno, a lo mejor los operarios estaban algo más callados de lo socialmente correcto, pero aún así se trata de dos magníficos momentos del film que dibujan ante el espectador la figura del empresario millonario y hecho a sí mismo.

Más que recomendarles esta película les recomiendo el cine de Frank Borzage. Un Borzage para quien lo importante son las personas y sus sentimientos de rebeldía ante esa bombilla de la escalera eternamente estropeada y ante las mismas rutinas vitales que imponen los años. En este sentido es excelente la conversación de Jessie (Crawford) con su madre. Un Borzage, en definitiva, que, aunque relativamente desconocido, fue uno de los grandes del cine en sus inicios.

Vale la pena.



viernes, 21 de agosto de 2009

EL CAPITAN KIDD (ROWLAND V.LEE - 1945)


¿Les gustan las de piratas? Seguro que pasan un rato entretenido. ¿Son seguidores de ese excepcional actor (para mí probablemente el mejor) que se llamó Charles Laughton? Seguro que disfrutan con su actuación. Lo mismo les digo a los fans de Randolph Scott y John Carradine. Dos alicientes más para ver esta película a los que hay que sumar una banda sonora de Werner Janssen, nominación al Oscar incluida.

La película se basa en el personaje real del capitán Kidd a quien la historia considera uno de los piratas más sanguinarios de todos los tiempos. Aunque también se asegura que gozaba de patente de corso. Ya saben, el permiso real a cambio de favorcitos a la corona. Y Rowland V. Lee, director poco conocido pero con algunos éxitos en el género aventurero serie B le saca cierto partido a la historia. Pero, les diré algo, los méritos del film se los lleva, como casi siempre, Laughton. Tres cuartas partes de la nota son suyas. El resto a repartir: Un buen mordisco para Carradine, otro para la música...

¿Las migajas? Algunas perlas del guión:

"No hay nadie tan leal como aquellos cuyas vidas están sentenciadas a muerte y que saben que al final del viaje pueden tener el perdón real en sus bolsillos"

(El capitán Kidd dirigiéndose al rey y en referencia a la tripulación que pretende incorporar para sus fechorías)

El rey: "Os hago responsable de su buena conducta"

Kidd: Entre su conducta y la mía, no notareis la diferencia.

Y todo ello al más puro estilo Laughton. ¿Manierismo? Digamos, recreación de personajes desde todos los ángulos posibles para su gran versatilidad como actor.

Mencionable también la figura de un "valet" enseñando buenos modales y reglas para no sorber la sopa (Reginald Owen). Ciertamente no muy típico en las películas de bucaneros. Pero estamos ante un film un tanto atípico que tiene de todo, cofres del muerto, botellas de ron, cenas de "educados" oficiales, batallas navales, duelos a espada. No recuerdo al loro. Pero que, aún teniendo de todo, queda un tanto retirado de los grandes films del género. Eso sí, Laughton, con la colaboración de Carradine, salvan las distancias.




jueves, 20 de agosto de 2009

TIERRA AMARILLA (CHEN KAIGE - 1984)



De vez en cuando, cuando sentimos que estamos empezando a aborregarnos y autocomplacernos, se hace imprescindible una buena inyección de cine oriental. Sus efectos son inmediatos. Mano de santo, se lo aseguro. A uno se le quitan los cansancios urbanos después de ver a esa chinita de 14 años caminando 2 kilometros o más todos los días, pértiga en hombros, para acarrear agua en dos pesados cubos desde el río Amarillo a su paupérrimo hogar. Y eso no es ficción. ¡Ya quisieran ellos!.

Voy más allá. Cuando discutimos, investidos de toda la “razón del mundo” sobre crisis económicas, precios abusivos, prestamos inexistentes e hipotecas inasumibles, deberíamos recordar que hay lugares del planeta donde las ceremonias nupciales se celebran con opíparos platos de pescado que entran por los ojos, puesto que, como son de madera tallada (el pescado, no los platos, aclaro) no hay otro sitio por donde puedan entrar. Y nosotros aquí, sentados ante nuestro PC, con nuestro IPOD, MP3, Móvil, etc, etc. diciendo o renegando ¡Que asco de vida ¡.

Les recomiendo ver esta película, ahora, eso sí, les advierto que esta inyección antiaborregamiento suele ir acompañada como efecto secundario de un cierto sopor derivado de las cancioncillas populares que el protagonista va recogiendo de aquí y de allá, para convertirlas en marchas soldadescas. Canciones amargas, nacidas de una realidad dura y eternamente inhóspita. Ahora bien, en este contexto de la cosecha musical, el film retrata una sociedad rural enclavada en el norte de China tan inamovible como las rocas sobre las que se asienta y cuya supervivencia depende de unas exiguas cosechas al albur de la gracia divina del Dios Dragón. Una sociedad que descubre por boca del oficial las maravillas del progreso comunista, las nuevas carreteras, las mujeres que aprenden a escribir, los hombres que saben coser, la esperanza de un futuro mejor.

Eso si. La acción se sitúa en los años 30. Ochenta años después, aquellos desiertos de piedra siguen implorando lluvias. Aquellas casas siguen invadidas de miseria. El río Amarillo sigue separando algo más de dos orillas y no se si aquellos pescados de madera seguirán desempolvándose todavía en cada celebración. Seguramente si, o similar. Y han sido 80 años de comunismo. Al contrario de otros muchos films con acentos críticos, la película no fue prohibida en origen. Tal vez los censores no la entendieron…

Y en absoluto estoy criticando un sistema político concreto. En todas partes existen desiertos de piedra con seres humanos luchando por una escueta supervivencia, llenos hasta la saciedad de promesas dadas por gobiernos de todo signo, pero que siguen estando igual de abandonados que hace cientos de años.



martes, 18 de agosto de 2009

EL MILAGRO DE ANA SULLIVAN (ARTHUR PENN - 1962)


"Helen Keller, nacida en 1880 y fallecida en 1968, quedó ciega y sorda como consecuencia de una posible meningitis o escarlatina cuando tenía un año y medio de vida. Gracias a la ayuda de su maestra Anne Sullivan, obtuvo logros increíbles a lo largo de su vida. Aprendió a hablar, podía leer francés, alemán, griego y latín en Braille. Fue la primera mujer en sus circunstancias que obtuvo un título universitario y, con los años, fue activista política, autora, confidente de más de un presidente de los Estados Unidos y líder mundial e inspiración para millones de personas."

Si lo anterior les ha impresionado, seguro que les impresionará aún mas cuando vean esta excelente película. Les dejará tocados. Absolutamente noqueados, tanto por las cornadas que da la vida como por el coraje necesario para salir adelante. Y es que hay que echarle pantalones, fuerza de voluntad y todo lo que ustedes quieran y están seguramente pensando para afrontar y si es posible superar, un problemón de tales características. Es muy fácil decir "Podemos" pero luchar hasta la extenuación por una causa tan hermosa como difícil tan solo está al alcance de unos pocos, poquísimos, no elegidos por la diosa Fortuna sino forjados en las más duras circunstancias de la vida.

Y en este sentido, actores y actrices capaces de situarse al borde del abismo de los desplomes físicos y sicológicos, capaces de representar a la vez la fuerza y el agotamiento y capaces hasta de cansarnos con su extenuación, solo pueden encontrarse en ese reducto minúsculo de hombres y mujeres que más que actuar transmiten sentimientos plenos de autenticidad. En esta línea, lo único que puede decirse de Anne Bancroft es que ella es Ana Sullivan. No la interpreta. No. La vive, más golpe a golpe que verso a verso. Y viviéndola consigue removernos en nuestros asientos con las entrañas alteradas. Supongo que las esperanzas de arrebatarle el Oscar a la Bancroft, por parte de sus competidoras serían nulas.

Y tres cuartos de lo mismo respecto a la interepretación de la niña ciega y sorda acreedora a la estatuilla a la mejor actriz de reparto. Y aquí no vale eso de que así se las ponían a Fernando VII o que con personajes así el éxito está asegurado. Los dos papeles son tan difíciles que hubiesen dejado en evidencia a muchisimas otras actrices. Pero Anne Bancroft y Patty Duke , de la mano de Arthur Penn, consiguen superar la prueba y con nota. Sobresaliente para ambas.

Para algunos este tipo de películas suele resultar incomodo. Es un cine vital. De realidades. Y muchas veces las realidades se enquistan como moscas cojoneras en nuestras conciencias y nos obligan a volver los ojos hacia esos dramas ajenos que parecen recriminar nuestra vida plácida. Pero esto es un ejercicio de humanidad tan necesario como inevitable. La película no es solo una película. Es una enseñanza y una invitación a la reflexión. Una obligatoria mirada hacia el mundo de los discapacitados, el de la educación e incluso hacia el mundo del amor paterno incorrectamente encauzado no por maldad sinó por ignorancia.

Ahora, eso si, nunca hay que confundir la fuerza, el coraje y los arrestos, en pos de una causa justa, con la violencia gratuita y deleznable.





lunes, 17 de agosto de 2009

MATRIMONIO DE ESTADO (BASIL DEARDEN - 1948)



Inglaterra. Años 40. Factoría Ealing. Alexander Mackendrick al guión. Recordemos sus excelentes Chantaje en Broadway, Whisky Galore o El quinteto de la muerte. Nominación al Oscar para la mejor dirección artística en color (1950). Buena fotografía de Douglas Slocombe (Oro en barras, Ocho sentencias de muerte). A la batuta Basil Dearden (Kartum). Y sin embargo... Fracaso en las box-office, que es el único lugar donde no conviene fracasar, al menos para el bolsillo de las productoras.

Et pourquoi? Es difícil de decir y probablemente desde nuestras latitudes mucho más. Por una parte se trata de una historia sumamente sencilla y comprensible: Matrimonio de conveniencias. Un marido de los que no te hacen ni caso. Y una esposa que, tras dar a luz a hijos que le serán arrebatados por razones de Estado ( y pongo Estado con mayúsculas no por respeto sino por evitar confusiones con otros estados, por ejemplo de buena esperanza) se dedica a ese cóctel de lectura y descanso que se llama aburrimiento. Ya tenemos la yesca preparada. ¿El diablo soplante? Pues, pongamos un conde sueco de apellido impronunciable y con la cara de Steward Granger (pura línea Scaramouche). Todo claro, sencillo, diáfano.

Pero claro, con la política hemos topado Sancho, pues todo lo que vieres no es obra de mentes enfermizas. No. Todo ello sucedió. " Érase...Una Vez..." Rota la estirpe de los Tudor y con permiso de los Estuardo (Stuart) por obra y gracia de una primita lejana casada con el Elector del Palatinado, la casa alemana de Hanover sentó sus reales (nunca mejor dicho) en el trono de Inglaterra.

Seguro que si en lugar de ver la película de Dearden visionaron el canal Historia, habrán llegado a idéntica conclusión.

Sigamos: Intrigas. Tejemanejes. Amantes oficiales y extraoficiales. Las amistades peligrosas versión germana. Cambien la Marquesa de Merteuil (Glenn Close) por la Condesa Platen (Flora Robson) y verán quién y como mueven los hilos en la corte. ¿La princesa Sofía Dorotea? Tirar después de usar. Y los ingleses con un elemento como el príncipe George Luis (Peter Bull) reinando como Jorge I, después de darle billete "not return" al presuntamente amante platónico de su señora. Y eso, aunque resulte extraño vistas las cosas que hemos visto en Inglaterra, ¡eh sir John! al respecto de la realeza, puede que no gustase a finales de los 40.

Si se hubiesen acostado pero con discreción quizás el curso de la historia hubiese sido otro y hasta el film hubiese dejado beneficios.

Quisicosas.



viernes, 14 de agosto de 2009

APOCALYPTO (MEL GIBSON - 2006 )

Un prodigio visual. Podemos discutir sobre otros muchos extremos, pero seguro que estamos de acuerdo que el film es un regalo para los ojos. Eso sí, hay que tener estómago... ¡Marchando una de criadillas!. Y aunque es cierto que los documentales de National Geographic parecen tener la exclusiva en lo que a bellezas naturales se refiere, se agradecen imágenes como éstas en el mundo del cine. Cierto que el Amazonas acompaña (y esperemos que así sea por muchos años) pero hay que estar ahí, y Mel Gibson ha estado y nos ha dado su versión y su visión. ¿Discutible? Y qué no lo es, en este mundo.

Apocalypto es de esos films que desatan polémicas. Seguro que no tantas como el anterior film de Gibson. Lo amarán los que amen la acción y lo detestarán los que detesten el exceso de gore. Habrá quien crea a pies juntillas en realidades históricas o prehistóricas muy similares a las narradas. Otros hablarán de fábulas y de historia-ficción. Polémicas absurdas y sin solución posible. Por ello, quiero moverme en el terreno de los sentimientos que la película ha dejado en mi. Seguro que eso es lo que Mel Gibson pretendía. Que nos cuestionemos cosas. Que repasemos nuestras historias, hasta las más lejanas.

He tenido la sensación de retroceder en el tiempo, de ser espectador privilegiado, en primera línea pero a salvo, de acontecimientos "normales", e incluyo en la normalidad, el exterminio de unos pueblos por otros. La supervivencia del más fuerte es una característica de las especies y así se le ha reconocido a Darwin. Pensar que hace miles de años, el hombre no era un lobo para el hombre, me parece absurdo, máxime visto lo sucedido y lo que está sucediendo. El oscurantismo necesitaba de los dioses y los dioses se encarnaban en lo inaccesible y en lo incomprendido, el sol, el firmamento. También en la fuerza animal. El jaguar por ejemplo. Todo esto no es una elucubración de Gibson, sino que son datos universalmente aceptados. Ir de los dioses a la magia, la hechicería, los atavismos y lo paranormal sólo ex exige un paso. Y Gibson lo da y nosotros con él, aunque personalmente discrepe un tanto de esas premoniciones del protagonista previas a la lucha. En cualquier caso, los poderes de la mente siempre se ha dicho que están ínfimamente explotados, así que dejaré la ventana de la credibilidad entornada.

También hay quienes la han calificado de racista. Lo es en la medida que trata de razas y defiende una raza de las demás. Pero no es un razismo gratuito sino que en todo caso podemos hablar de un razismo de supervivencia, y este calificativo invalida cualquier culpabilidad racista. En cualquier caso es muy significativa la situación final del protagonista que por huir de Pilas está en un tris de acabar en Pilatos, con la Pinta, la Niña y la Santa María fondeadas frente a arenas inmaculadas que el tiempo llenará de turistas, sombrillas y toallas. Menos mal que una cierta cordura racista se impone y la familia indígena sigue su camino selvático a la espera de un volver a empezar y explotaciones posteriores.

Y por último, para quienes señalan con acierto, la potra que tiene el amigo que, justito en el momento de su sumarísima ejecución, es testigo de un inusual eclipse y consecuentemente ¡ El Dios ya está satisfecho!, pues decirles que estamos en una película, que esto es cine, y, sobre todo, que esta es la gran diferencia con los documentales del National Geographic.




miércoles, 12 de agosto de 2009

ULTIMATUM A LA TIERRA (ROBERT WISE - 1951)




Se suele decir que esta película ha envejecido mal. Un sí rotundo. Porque de haber envejecido bien, podríamos estar hablando de un planeta, el nuestro, anclado galácticamente hace más de cincuenta años. Y eso no ha sucedido. O sea que demos gracias al cielo porque este envejecimiento acelerado del film haya tenido su causa en un mayor conocimiento espacial y en avances del Hombre muy significativos en esta materia.

Pero el verdadero valor de Ultimátum a la tierra de Robert Wise no estriba en los detalles morfológicos o de atrezzo de los extraterrestres. El valor profundo del film, ese que no ha envejecido, es el entendimiento de que formamos parte de un universo desconocido, un universo que, con vida o sin ella, merece el interés y el cuidado de la especie humana. Un amplio abanico de posibilidades están abiertas al hombre pero todas ellas pasan por la conservación de la naturaleza y del espacio. Ese es el verdadero ultimátum. Por una vez el título hispano acertó en la plenitud de la diana.

Es correcto decir que los efectos especiales fueron buenos para su época. La nave espacial, las desintegraciones armamentísticas y los rayos láser están bien, pero es lo que peor ha envejecido. Sin embargo, la idea de un ET dándose un garbeo turístico por las calles de Washington D.C., confraternizando y aumentando sus conocimientos, pues me ha resultado sorprendente y digna de aplauso. Queda demostrado que "mi casa - ET" no ha sido el único extraterrestre bueno y que ya en el 1951 ya había quienes pensaban que no todos los procedentes del espacio exterior, marcianos, aliens, etc., debían venir como Atilas impíos devoradores de hierbas humanas.

Como cinéfilos podremos hablar de incoherencias o de algún gazapo que otro. Por ejemplo, dejar la nave espacial, supuestamente el mayor acontecimiento histórico de la Humanidad, prácticamente sin vigilancia con tan sólo un par de soldaditos despistados, es tan increíble como apropiado a la trama, pero la cosa tiene un valor muy muy residual. Lo que en realidad importa es ese toque de atención que Robert Wise quiere darle al mundo acerca de los peligros de la física atómica.

Juntamente con La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel, Ultimátum a la tierra es una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia del cine. Michael Rennie está perfecto en su papel, incluso Sam Jaffe da el pego como científico tipo Einstein. Pero la verdadera cualidad del film es su mensaje. 5O años antes de la fecha fijada para la Odisea del Espacio, ya existía un director que se atrevía a decirle a los gobiernos, " o frenamos esto o nos vamos al garete".

Lo que pasa es que los gobiernos parecen estar sordos. ¿Será que no han envejecido bien?.



lunes, 10 de agosto de 2009

EL SECRETO DE LOS BORGIA (MITCHELL LEISEN - 1949)


Hay una especie de corriente de opinión cinéfila en favor de Mitchell Leisen. Bueno, pues presento mi instancia de ingreso en papel del Estado y con sellos y tasas incluidas. Llevo algún tiempo comulgando con estos ideales y creo que ha llegado el momento de pasar a la acción. La unión hace la fuerza se decía en Televisión (evidentemente Española) allá por los 60. Pues eso. Ahora bien, en la letra pequeña de mi solicitud de adhesión a la causa Leisen se cita de forma expresa a Bride of vengeance (La máscara de los Borgia) como la única película para la que no puede hacerse uso de mi voto, que mi adhesión no implica patentes de corso en mi nombre. Faltaría plus.

Y lo digo con el corazón absolutamente "partío"
, que Paulette Goddard daba para una Lucrecia de campanillas, con sus morbosidades incestuosas y sus anillos cargados de veneno, pero no, la Lucrecia de Leisen se mueve entre ambigüedades de buena chica puesta en el mal camino por las tramas inconfesables de su hermano Cesar Borgia. Tal parece que la historia de los Borgia se hubiese descafeinado adecuadamente con el fin de adaptarla a una época de códigos y moralidades extremas tratando de superar la tijera de la censura. Esto no hubiese sido necesariamente malo si hubiese llovido café (cierto que sin cafeína) y no este brebaje impresentable.

El propio Ray Milland rechazó el guión por infumable. La Paramount le suspendió el contrato un par de meses que Ray dedicó al ski y a la náutica. El tiempo, juez inexorable que quita y da razones, se la dio y la crítica se ensañó con el film. Ciertamente ni John Lund como Alfonso D´Este ni Macdonald Carey como Cesar Borgia son rescatables de la mediocridad absoluta de un film donde, siendo generosos, podríamos salvar de la quema a Paulette Godard y a ese destello de imagin
ación en que, gracias a la pinacoteca de Tiziano, se descubren las cualidades demoníacas del susodicho.

La presencia de un Raymond Burr en su línea malvada (versión histórica) parece ponerle un poco de coherencia interpretativa a la cosa. Puro espejismo. La inflada aparatosidad de un final tan previsible como teatral le hace un flaco favor (valga lo de flaco).

Ahora, eso sí, reitero mi solicitud.




EL ÁRBOL DE LOS ZUECOS (ERMANNO OLMI - 1978)


Durante gran parte de la película me estuve preguntando ¿Dónde está el árbol de los zuecos?. Una vez localizado, cambié la pregunta ¿Qué importancia tiene ese árbol? y después de casi 3 horas de cine, se hizo la luz. El árbol de los zuecos es el símbolo de una época, donde los señores mantenían su "status" a costa del sudor de "sus" campesinos disponiendo de ellos a su antojo y arbitrio.

Esto no deja de ser una ligerísima aproximación a un film de mérito, realizado en unos años donde este tipo de cine parecía tener su momento. Recordemos sin ir más lejos Padre Padrone de los Taviani, premio Cannes 1977 o la propia Novecento de Bertolucci (1976), películas donde las tradiciones, los gozos, las sombras, y sobre todo, las penurias del campesinado, amen de su fuerza revolucionaria, trataban de hacerse un hueco en las conciencias alegres y confiadas.

Sin embargo, hay diferencias entre las películas citadas. Por un lado, Novecento recoge la ira justa de unos campesinos oprimidos política y socialmente, Padre Padrone refiere la fuerza inmovilista de unas tradiciones seculares que frenan cualquier avance y El árbol de los zuecos es un auténtico álbum de fotografías donde se conserva la instantánea de las rutinas diarias de unas familias normales a las que les pasan cosas tan normales que uno se figura que no les pasa nada.

Puro neorrealismo tardío, en la línea Rossellini o De Sica. Aunque, la realidad nunca es tardía. Y Olmi mas que cine de ficción realiza un documento histórico que, con seguridad, sorprenderá a aquellos espectadores presentes y, sobre todo futuros, que no conciban la vida sin un televisor o una lavadora. Seguramente encuadrarán El árbol de los zuecos en la categoría cinematográfica de la ciencia (o realidad) - ficción.

Buen ejemplo de un cine de compromiso social que el tiempo y los cambiantes gustos han arrinconado en cierta manera, pero que aún conserva gran parte de su fuerza gracias a la veracidad de sus vivencias y de sus denuncias.

Eso sí, tres horas son muchas horas.

lunes, 3 de agosto de 2009

DOS EN LA CARRETERA (STANLEY DONEN - 1967)


No creo estar desvelando ningún secreto de sumario si les digo que Dos en la carretera no es ninguna “road movie” al menos en ese concepto unánimemente aceptado que lleva aparejado su “modus vivendi” muy particular y su libertad de espíritu. Es cierto que hay dos y que la cosa va de una carretera en singular, más tradicional, menos asfaltada y en una única dirección, la carretera de la vida, ese camino machadiano que se hace al andar y que si ya de por si es difícil recorrerlo sólo, hacerlo en compañía puede resultar una odisea. El que esa odisea encuentre a su Penélope al final del periplo o únicamente encuentre el sitio, depende de ambos caminantes. Ese es el sencillo mensaje de Stanley Donen en una película magistral que, si bien ha envejecido mal en las formas, sigue vigente con plenitud en un fondo absolutamente intemporal.

Seguro que lo consideran una perogrullada, pero sin Audrey seguro que el film no hubiese sido el mismo. Se que entienden lo que quiero decirles. Audrey está divina. Tan divina que no tiene el apodo porque se le anticipó la maravillosa Greta Garbo. Ella es la alegría, la vitalidad, la espontaneidad, la locura de los veinte años. Ella es la sensualidad hecha sonrisa. El contrapunto perfecto para un Albert Finney con todas sus cualidades sentimentales en la trastienda de su egoísmo. Ciego y pagado de si mismo, consigue enervar al espectador con sus absurdas preguntas de respuestas tan obvias como innecesarias. Audrey en cambio está en otra galaxia. La galaxia donde están las nueras preferidas de todas las madres. Perfecta hasta cuando se enfada. Fiel hasta en el engaño. Consecuente hasta en los absurdos. Siempre la necesaria cordura del pasaporte localizado.


Incluirla en la categoría de comedias románticas me parece insuficiente y desajustado. Es cine transcendente en clave de humor, porque las verdades matrimoniales del barquero siempre se digieren mejor con sonrisas que con lágrimas. Las sonrisas siempre traen esperanzas. Esa es la lectura que nos deja un Stanley Donen que al parecer había reflexionado de primera mano sobre la materia.


Yo, por si les vale, y sin querer pecar de romanticón (aunque la película me disculpará seguro) les dejo mi lectura: Un “Te quiero” tiene un valor infinito. Un “Te quiero” cada cinco minutos, reduce su valor en la misma proporción.



domingo, 2 de agosto de 2009

COTTON CLUB (FRANCIS FORD COPPOLA - 1984)


Cuando la vi por primera vez allá a mitades de los 80 reconozco que me cautivó. Esa mezcla de jazz, claque y ruidosos 20 me pareció magistral. Pero claro, tanto para la película como para mi han pasado 25 años y había que ver como sería nuestro reencuentro. ¿Nostálgico? ¿Decepcionante?. Pues bien, les diré que, traspasadas sus puertas y sus luminosos, me sentí rejuvenecer exaltado por la trompeta de Richard Gere (con su bigotito pura línea Flynn) y los ojos de Diane Lane, los números coreográficos, las bellezas del Cotton Club y hasta por esos mafiosos un tanto ridículos como Bob Hoskins y Fred Gwynne con sus filosóficas disertaciones de W.C. El tiempo seguro que no se había detenido, pero lo parecía. Éramos dos viejos amigos que nos encontrábamos y nos reconocíamos. El Cotton Club y yo…

Podremos debatir acerca de los motivos de su fracaso comercial y del desencanto de Coppola. De tantas horas de trabajo sin apenas reconocimiento. Las razones que mueven al público a aplaudir desaforadamente una obra o a dedicar a su autor la pitada más ensordecedora nunca han estado demasiado claras. Por influir, influye la propaganda, la política y hasta acontecimientos puntuales que luego la historia olvida. Pero aquí y ahora, 2009, siglo XXI. 24 años después, Cotton Club ha logrado en mi lo que con toda seguridad su director perseguía, sumergirme en un mundo de sensaciones mezcla de vida, ambiciones, intereses, violencia y sobre todo música. Esa música de jazz que riega como un buen vino el excitante manjar nocturno del Cotton Club.


Me es imposible destacar un actor o una actriz en un elenco formidable. Todos cumplen a la perfección y ajustan su interpretación a lo que de ellos se exige como integrantes de un maravilloso ballet cinematográfico. Todo encaja y tiene su sentido en un film donde la música es tan natural como las pistolas. El empujón al Holandés que condicionará la vida de Dixie Dwyer (Gere) o el puntapié final de Sandman Williams (Hines) al revolver mafioso, entremezclan vidas que hasta entonces solo existían en el paralelismo de la música.


Esto no es El Padrino. Tampoco Corazonada. Es Cotton Club. El night club de los sueños negros para blancos. El principado de Coppola. El reino de John Barry
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